Ese contexto es extraño. Bueno, extraño para alguien que estudió en el cecehache y en la Facultad de Filosofía y Letras. He visto y escuchado cada cosa, ¡por las hermanas oblatas del santísimo redentor, cada cosa! Conocí, por ejemplo, a alguien que perteneció a una organización porril. Esa misma persona llevaba consigo El manual de la perfecta cabrona en el trabajo y, por si fuera poco, admira mucho a Slim y a Peña Nieto porque “llegaron muy arriba, por su esfuerzo”. También vi a alguien usando una playera que decía “I love army boys”. Una compañera se operó tres veces las chichis. Algunos están en contra del aborto. La palabra naco es tan común como las blacberris, la ropa de marca y los relojes faroles. Todo esto me ha sorprendido, puesto los pelos de punta, enojado, entristecido y hecho reír.
Curiosamente, no puedo decir que mis compañeros son malas personas. De hecho, en general son amables, cordiales y solidarios, lo cual me ha llevado a preguntarme si es

posible estar en contra de ciertas ideas sin estar en contra de las personas o si no se puede disociar a las personas de sus ideas. Aún no logro responderme. Cada semana, oscilo entre el amor gandhiano y el odio stalinista. Y hago un gran esfuerzo por expresar sin ira mis ideas. Pero eso sí, no creo en esas cacallacas filosóficas de que todo hecho es interpretable, que no hay criterios fuertes para pensar que una interpretación es mejor que otra, que no se puede afirmar tajantemente algo, que todas las ideas son válidas. Hay cosas que se pueden afirmar tajantemente y con verdad: la felicidad no se logra con unas chichis postizas ni con una blacberri ni con todas esas cosas con las que nos bombardea la publicidad; ésos son algunos de los engaños del capitalismo.
No voy a mentir: me he divertido mucho e incluso he hecho un par de amigos ahí. Y nunca había valorado y aprovechado tanto mi tiempo libre. No sé cómo es que, a pesar de mi horario, estoy nadando, leyendo, escribiendo y haciendo monitos. Pienso que la alteridad, “lo otro” ayuda a reconocer, afirmar y querer lo que de verdad y desde el fondo es propio.
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