A Mijael, quien hace un par de horas me enseñó el término "error categorial."
A Sevcho.
A Alx.
(Pobrecitos, algún defecto habían de tener.)
Acabo de terminar una breve exposición en torno a Russell y quiero planchar la oreja, pero antes diré un par de cosas en torno a la filosofía analítica, mejor dicho: en torno a mi mediocre y amarga experiencia con la filosofía analítica. Vea usted que al hacerlo arriesgo el físico, pues mis amigos, ah, esos analíticos de pacotilla, no vacilarán en darme un par de soplamocos, arrancar mi escultural cabeza y venir aquí a decir que los designadores rígidos tal cosa, que los cuantificadores tal otra, que los principios de proliferación son lo de hoy y en suma un montón de cosas que me dejarán con el ceño fruncido (o en el peor de los casos con el seno fruncido.)
Si algo aprendo de cierta profesora de lógica son frases domingueras. Dijo en cierta ocasión “los escépticos están cual burra en el atolladero.” Como si en su curso no hubiéramos dedicado tres semanas al problema de la identidad. Entiendo que soy idéntica a mí misma como lo es un pato consigo mismo, pero realmente no le veo lo relevante ni lo problemático ni lo interesante. Cuántas horas de mi vida destinadas a cuestiones como ésa o a preguntas del tipo ¿existen los objetos externos o son una alucinación? ¿Existen los minotauros? ¿Existen las otras mentes? Seguro que son relevantes para algún fin que desconozco. Seguro que no averiguaré tal.
La mayoría de los ejemplos analíticos son bobos: todo árbol tiene tronco y toda silla tiene respaldo. No obstante, hay otros que carecen de encanto pero guardan parecido con la literatura de ficción, ejemplos tales como: imaginen un mundo en que sólo existen las bancas y los pizarrones; imaginen que soy el gemelo maldito de su profesor; imaginen que surge una clase de seres con sentimientos, carne y creencias pero que sólo se anima con energía solar. Bendito sea el eterno porque hay quien se dedica a esos menesteres, pero a mí, me vienen guangos. Asumiré sin preocuparme que existo, que existen sus mercedes, que existen las cosas y pasaré al estudio de asuntos menos primitivos: la historia, las pasiones, las artes y que viva la Francia.