LA TROMPETISTA DE FALOPIO: diciembre 2010



jueves, diciembre 30, 2010

2010. EL RECUENTO DE LO CHIDO.

Éste fue un año con muchas experiencias y cambios. La mayoría, felices. Hagamos un recuento:

* La banda sobrevive a pesar de la pérdida de dos de sus integrantes; antes decíamos: "No, ps es que han de andar muy ocupados, ya volverán..." Ahora sabemos que los hemos perdido, y no diremos nombres porque Alex e Isaac podrían sentirse aludidos...
... Pierde integrantes, pierde el viernes panda, el aguante o la frecuencia bebedora, pero lo que la banda no pierde ni perderá es la costumbre de sacarle brillo a la duela en Victoria 25.


*Fui a un festival cultural en el Cerro de San Pedro, en San Luis Potosí, para presentar la revista Revuelta, pero a la mera hora no nos dieron el espacio, ¡y yo que llevaba mi discurso preparado! De todos modos fue una experiencia chida. Ahí terminé de convencerme de que la racionalidad capitalista es la raíz de la destrucción brutal del medio ambiente: "¡volemos el cerro por unos gramos de oro!" No, no hay capitalismo buena onda.
Además, quienes nos recibieron fueron muy amables, e ir en una camioneta jipi que cuida a los ciclistas jipis rumbo a un pueblo fantasma no es algo que se viva todos los días. En ese viaje, el Rojo y yo nos volvimos banda.


* Por otra parte, inicié algo que comenzó con una llamada...
... Y se convirtió en un trabajo creativo y constante, orientado a la monificación de escritores, filósofos, músicos y luchadores sociales. Yo misma me sorprendí, pues no sabía que era capaz de hacer tanto monito: 56 en total, algunos regalados, y casi todos encargados y vendidos. Muchas gracias a todos aquellos que, de algún modo, apoyaron el Taller de monitos.


* La prepa cerró pero nos deja muy buenos recuerdos. Además, como el dueño cabrón no quiso darnos el dinero de la liquidación, algunos maestros fundamos el grupo Pichardo + 7 ¡y lo demandamos! Estamos en espera del resultado.


* También tuve un romance con alguien de la vieja escuela. Fue divertido.


* Lo más importante: ¡Por fin hice mi examen profesional! Me fue muy bien pero extrañé a mi asesor de tesis, quien estaba a muchos kilómetros de esta ciudad. Quiero agradecer especialmente a Ethel, lectora de este blog, quien se enteró de mi examen y me acompañó en él. Además, gracias a ella, comencé a leer a Rubem Fonseca.


* Y con comida, baile, cerveza y piñata, celebramos la titulación en casa de mi abuelo. Por cierto, el hombre araña de la foto no es piñata, es uno de mis primitos disfrazado.


* En aquellos días, mi abuela me regaló un canario, que primero se llamó Pablo y ahora se llama Pi, porque es el sonido que hace casi todo el tiempo, salvo los ratos en que está muy contento, que es cuando se pone a cantar. Yo quiero mucho a Pi, por eso le compro barras de semillas con fruta y miel.

* Y casi al final del año, cuando parecía improbable encontrar un trabajo... Entré a mi primera chamba de tiempo completo, con una banda que me hace reír hasta que se me salen los ojos.

Y de aquí, pa'l real...

Muchas gracias a los amigos, familiares y compañeros que estuvieron conmigo en este año, y cuantimás a quienes lo han hecho desdendenantes.

¡Feliz Año Nuevo a todos!

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viernes, diciembre 03, 2010

DE MI NUEVO TRABAJO

Busqué trabajo durante tres meses. Encontré algunas cosas, pero ninguna con un sueldo decente y sin el requisito de venderle el alma al diablo. Estaba contenta por mis proyectos y por mi trabajo monero, pero triste por no hallar una chamba estable; hasta que, hace una semana, entré como correctora, redactora y mediotraductora a una empresa de publicidad farmacéutica. Supongo que a algunos les sonará feo. Pero yo me siento muy contenta, pues estoy aprendiendo y por fin tengo un ingreso decente y estable.
Lo que más me gusta de este nuevo trabajo es la gente. Casi todos son amables y como de mi edad. Un médico, también joven, más que jefe es mi compañero; es un pan. Dado que estamos en fechas navideñas, ellos juegan al “amigo secreto,” o sea: cada quien recibe regalos de alguien cuya identidad desconoce; así, aparece una pequeña botella con alipús en el escritorio de fulanito, unas estampas en la computadora de menganita, una bolsa de chicharrones colgando de la ventana, para perenganito, etc. Oficialmente, yo no tengo un amigo secreto, pues los papeles se repartieron antes de mi llegada; sin embargo, ayer recibí, de un modo no secreto, una moneda de chocolate; y hoy, cuando regresé de comer, encontré una cajita con moño y chocolates. En otro tiempo, esto me hubiera parecido cursi y bobo. Pero ahora, lo que veo es una bienvenida y una muestra de cordialidad.
Mis compañeros son médicos y diseñadores. Entiéndase: es un contexto rarísimo para mí. Algunos me hacen preguntas: “¿es correcto decir tal cosa? ¿Qué crees que signifique tal expresión? ¿Cuál es la aplicación de la filosofía?” Los médicos me han dicho que cuando me mandan un mail, les da pena que esté mal escrito, y hay los que me tratan como una compañera más.
En buena medida, estoy pasándomela bien debido a que sé que no estaré ahí durante mucho tiempo. Lo más seguro es que haga una maestría, un doctorado y que más adelante encuentre algo cercano a mis ideas, ¡espero que así sea! De cualquier modo, cuando vuelvo de la oficina veo a los trabajadores con los pantalones roídos, los zapatos gastados, las manos curtidas, veo su fatiga. Me siento triste, porque sé que muy probablemente ellos pasarán el resto de su vida haciendo un trabajo duro, monótono y muy mal pagado. Entonces confirmo lo que realmente quiero: encontrar mi trinchera y asumir mi responsabilidad social.

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DE CÓMO DEJÉ AQUEL TRABAJO CAMPECHANO

Finales de agosto. Surgió una gran oportunidad: docencia, buen sueldo y departamento. No obstante, en mi segundo día, dije paniqueada y burguesamente: ¡¿Dónde están las bibliotecas!? ¡¿Dónde, las librerías!? ¡¿Dónde, los humanistas?! ¡¿Cómo voy a hacer verdaderos amigos, si a mis compañeros les gusta Disney, los federales y el reggaetton?! ¡¿Cómo, a impartir tantas horas de clase!? ¡¿Cómo, a entrar a una maestría, si estoy en una isla?! Y entonces... me regresé. Después me di cuenta de que aquéllas eran malas razones para volver: hubiera podido pedir los libros por paquetería, convivir con gente distinta, establecer relaciones cordiales e impartir ese montón de horas de clase.
Al regresar, tuve que darle la bienvenida a la ronda de preguntas, a la desaprobación general y a la vergüenza pública, porque creánme: hay gente que juzga duramente. Aunque bueno, tampoco me haré la mártir; recibí un gran apoyo de mis amigos, quienes me vieron con una amorosa mirada de: “ay, Livi, ya ni la chingas.” Mijael dijo que de haber sabido que volvería tan pronto, hubieran acampado para hacer una despedida-bienvenida.
A pesar de mis malas razones, siento que tomé una buena decisión, pues al volver vi esta ciudad de otro modo: me dio mucha alegría la existencia de los cafés, las librerías, las bibliotecas, los lugares para hacer una maestría en alguna humanidad o ciencia social; fue como ver todo eso por primera vez. Además, regresé con una gran avidez por leer. Lo primero que leí fue a Fromm. Luego leí Confieso que he vivido; Neruda, su autor, me contó: “yo he estado en ciudades, islas, bosques, pampas y minas. No me dieron miedo las personas ni los lugares ni la soledad.” Aprendí de él y de mi regreso. Me prometí que, en adelante, no tendré miedo a estar sola, y tampoco a lo que es diferente a mí, a mi gente o a mi ciudad.

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