En un muro de la casa sede cuelga un retrato, fue tomado en un estudio el día anterior al casorio, qué bonitos esponsales con banquete de postín, qué elegantes animales todos los que están aquí. Otras imágenes hay sobre los muebles: viajes, abrazos en forma de media luna, navidades; nadie llora, al contrario, todo retratado pela la mazorca. El día de la reunión, la anfitriona limpia nomás por donde verá la suegra, y media hora antes que lleguen los convidados prende una aromática vela. Hay que cuidar el qué dirán. Así es esto de la vida social.
La conciencia de mi ser propensa a la adicción hizo que opusiera resistencia; sin embargo, al final del día cedí y ahora participo de la fútil felicidad jaifafera. Elijo un tapiz, selecciono las fotos que deseo publicar: ésta no, porque mi seriedad es casi fúnebre; aquella tampoco pues me da pudor mostrar mis frondosos encantos. En fin que por tal medio he hallado a personas que extravié hace años, por ejemplo mis compañeros del colegio, con quienes canté padre Abraham tenía muchos hijos, muchos hijos tenía él. Ahora puedo mirar sus fotografías aisladas o bellamente puestas en secuencia, las descripciones que hacen de ellos mismos, las costumbres y gustos musicales a sí atribuidos. Por supuesto que hay excepciones, sin embargo la tendencia es hacer de tal artilugio una casa virtual, pues en ella se esconde la mugrita bajo el tapete, se cuelgan los retratos festivos, los diplomas, trofeos, títulos, los lugares que uno visitó. Luego vienen los convidados, miran todo aquello y dicen ¡perengano, aquí estás! Eres tú, qué gusto volver a verte.
No está usted para saberlo, ni es que yo sea chismosa, pero también he encontrado a aquellos camaradas neojipis, ésos que salían de casa con doscientos varos en los bolsillos, pedían raid, llegaban a una playa y durante una semana comían coco, plátano, unos mendrugos de pan; ni los activistas se pierden lo de hoy. Precisamente porque es tremendo fenómeno de masas, menciono el jaifai; sin embargo otros ejemplos podemos poner, a final de cuentas, la nuestra es una generación de la exhibición y el voyeur virtual, de la construcción de identidad (individual y colectiva) a partir del corta, pega y publicar.