Nota preliminar: ya hemos hablado esto. Y lo seguiremos haciendo mientras sea necesario.
Yo no soy una lumbrera, pero lo que sea de cada quien, tampoco soy una muchacha tonta. Sin embargo cuando alguien me gusta bastantemente, me pongo de un babosa que ríete de Beavis and Butthead. Una día, por ejemplo, alguien me preguntó qué idiomas hablo; yo estaba nerviosa, así que reaccioné como si me hubiese pedido que dijera el primer idioma que se me ocurriera, y contesté que francés, mas yo no hablo ni pizca de ese idioma, por ello rogué a santa Bárbara bendita que aquel sujeto no me solicitara una traducción de Le Monde. Otra ocasión comía jotqueis en la cafetería, de pronto se acercó alguien encantador y sugirió que me mudara a su mesa; tras platicar un rato, preguntó por qué no comía mis jotqueis, a lo cual contesté bah, es que a los cocineros de aquí les quedan malísimos, pero la verdad es que me dominaba tal temblor, que en caso de tomar los cubiertos, me hubiera tirado la comida encima.
También he hecho babosadas voluntariamente, entre las cuales hay una que mi comadre considera digna de un puberto nalgas meadas ¿que cómo fue? Hace algunos años, en una fiesta, alguien que me gustaba me dijo se siente bien chido, dale un jaloncito, anda anda, entonces mi comadre me vio con gesto represor, como diciendo no lo hagas, ten dignidad, pero no me importó e inhalé tantito oxígeno comprimido en una lata.
Hay acciones tontas que no son obstáculo para comenzar loquesea que uno quiera comenzar con otra persona, puesto que con el tiempo uno entra en confianza y supera los lapsus; pero también hay babosadas fatales. El otro día me abordó en el metro un muchacho de no malos bigotes; nomás me preguntó hacia dónde me dirigía, y me alejé cinco metros caminando presurosa. No sé ustedes, pero yo soy experta en largar a personas que me gustan, pues me pongo tembeleque y salgo hecha la chilla en dirección contraria. Sin embargo, cuando se regulariza mi ritmo cardiaco, no puedo más que decir arrepentida: la pucha, ché yo.