LA TROMPETISTA DE FALOPIO: octubre 2005



lunes, octubre 31, 2005

MUY VERDAD




No sé qué tienen las flores, llorona,
las flores del camposanto.
No sé qué tienen las flores, llorona,
las flores del camposanto.
Que cuando las mueve el viento, llorona,
parece que están llorando.
Que cuando las mueve el viento, llorona,
parece que están llorando.

Doña Carmen Sánchez viuda de Jiménez, mi bisabuela, me lo ha contado todo. Dice que andan ya sin frente y sin ojos, como van los ríos como el viento va. A saber si es Dios mismo o la memoria quien la ruta les señala, pero muy verdad es que vuelven dos noches de noviembre, muy verdad. Dice que siempre mantiene encendidas las veladoras y los retratos pendientes en sus alcayatas, pero que ha muchos años dejó de llorar aquellas ausencias.
Según mi bisabuela el sosiego y el olvido se parecen, mas no son la misma cosa. Cuenta de ello es que estos días a sus muertos evoca y evocando conjura el retorno de sus ánimas. Colma las cazuelas, ya una con panes, ya otra con guiso y otra más con caña, jícama y naranja. Pero cuando los difuntos llegan a su antigua patria no comen ni beben como hacemos nosotros, sino que consumen los exquisitos sabores y los aromas que encantan, tornando insípido lo ofrendado; por ello es que doña Carmen a más de café vertido en un jarro, ofrenda una botella de mezcal o de tequila, porque los alipuces gustan y alegran tanto a vivos como a finados.
Bailen las ánimas entre las menudas flamas de las veladoras, entre humo de copal, coloridos jirones de papel y sombras y flores y calaveras de azúcar.
viernes, octubre 28, 2005

DEL PRIMER ENCUENTRO AL IDILIO Y AHÍ TE QUIERO VER.

“En lo hondo de la mar,
lloraba una tortolita,
y le respondió el gorrión:
no llores prima hermanita,
que la mancha del amor
¡con otro nuevo se quita!”
Copla popula
r

I

Misterioso accidente es el enamoramiento. No importa cuán poco agraciados por la naturaleza fueron mis amados, yo solía decir que no eran feos sino diferentes, como figurines filiformes. Ciega de amor, tampoco vi defectos, privaciones e injurias a la inteligencia y el civismo. Si alguien afirmaba que Miguel era lento yo rebatía que no, que era taciturno; si me molestaban diciendo que Juan era soez yo replicaba que no, que era osado e irreverente; así, mis bien queridos no me parecían pobres sino estoicos; no gordos sino fornidos; no machos sino viriles en exceso; no belfos sino poseedores de labios sensuales; no frívolos sino hombres de mundo; no golfos sino sedientos de aventura.

II

Quizá mi plan para aquella tarde sea arrullar pollitos en una hamaca, leer a Flaubert u hornear galletas. Quizá, sin embargo, por un extraño azar termine sentada en el momento preciso para un primer encuentro.
- ¿Luvi?
- No, Livi.
- ¿Pili?
- No, Livi.
- Mucho gusto Livia.
Es posible que el otro resulte ser nazi o integrante del Opus Dei, de modo que decida retirarme con mi mejor cara de moño. O acaso al otro también le guste el arte sacro, las lentejas, el scrabble, la novela negra y el modo en que al atardecer, el sol, cansino, asoma sus leonadas venas por la cresta de un cerro. Si las circunstancias siguen siendo favorables, entonces con el paso de los días aquel primer encuentro devendrá idilio y hecatombe.
Mientras todo ello no ocurre, continuaré entregándome a las más ociosas creaciones culinarias, filosóficas, literarias y otros tantos juegos de la imaginación.
lunes, octubre 24, 2005

DEL GIRO LINGÜíSTICO AL GIRO HUMORÍSTICO.





Algún día, más remoto que próximo, me rodearé de las vanidades propias del gremio filosófico. Esto es: impartiré una cátedra, expondré ponencias y dios mediante publicaré en sensato papel. Ya entonces, de vez en vez he de interrumpir la clase para cantar con los pupilos “hagan una rueda, los alumnos, la maestra, una vuelta, esos hombros, la cadera...” Con el afán de adentrarme en los grandes misterios ontológicos, he de usar un disfraz del Padre Brown y de dibujar ocasionalmente un elefante boca arriba en la pizarra. Siguiendo a Sofie , al participar en un congreso adoptaré el estilo propio de los futbolistas mejor conocidos como “toros Neza”, esto es: subiré al estrado llevando puesta una gran máscara olmeca o la que solía usar algún legendario luchador.
El día que me sea encomendada la organización de un coloquio, tanto a ponentes como a escuchas repartiré espantasuegras, matracas, serpentinas, robanovias, confeti y atole champurrado, para que a su gusto sopeen ojos de pancha y polvorones. Asimismo, no perderé la oportunidad de burlarme de la barba de Schopenhauer y haciendo de rapsoda cantaré los amores de Abelardo y Eloísa.
Vea usted, querido lector, que la Filosofía no es cosa seria, por ello es que Sofie Fatale y yo rehusamos unirnos a la solemnidad que se respira en nuestra Facultad. Tras la muerte de Dios (marcha fúnebre), la muerte de la razón cientificista (dos minutos de silencio) y el giro lingüístico, no cabe la menor duda de que bien le vendría a la Filosofía un giro humorístico. Al diablo los discursos en tono arrogante y luctuoso, basten las poses de cirio y sean bienvenidas las caras de pimpíbole y de calabaza en tacha.

CITANDO A PESCETTI


“Si a los absorbentes no nos dan toda la bolilla que queremos... nos sentimos abandonados. A lo mejor la otra, pobre, está con un rollo en la cabeza o cansada o distraída y entonces, como no sentimos que está fulgurante por nosotros, nos sentimos abandonados. ¿Y qué hacemos cuando nos sentimos abandonados? Nos alejamos para castigarla. La otra que ni nos abandonó ni se dio cuenta de todas esas extrañas elucubraciones que estuvimos haciendo no sabe, no entiende, por qué nos mostramos fríos o ponemos esa cara de ahorcado de ópera.
Si, en el peor de los casos, el otro es parecido a nosotros ( muy en el peor de los casos) se sentirá abandonado y nos castigará alejándose y poniendo cara de ahorcado de ópera.”
jueves, octubre 20, 2005

LA GENERACIÓN POSMO. SOMOS LA ONDA.

A la Princesa Gato, por sus imágenes snuff.


Pedro malo, sí muy malo,
malo por obligación,
y su abuelo ¡uy qué malo!
Hay que comprarle su lión
Décima de Jorge Negrete a Pedro Infante.


No hay que ser nietzscheano para ver las pésimas lecturas que se hacen de Nietzsche, o en todo caso: el uso descontextualizado de una que otra cita. Se trata de limitarse a decir que todo es. Es la invasión, es la guerra, es el secuestro y la tortura. Si tales actos son buenos o malos, o en todo caso si podemos hacer valoraciones morales en otros términos menos infantiles, cristianos o maniqueos “qué importa”, se dice, “estamos más allá del bien y del mal.” La onda es fingir que se es estúpido e insensible, publicar la imagen de alguien serruchando la cara de otro, y decir que lo más sorprendente es que el asesino no se quite los calcetines durante el coito con su víctima. Sandeces.
Se aplaude un performance en el cual se ahorcan gallinas, se desprecia la narrativa humorística en aras de la lloricosa que por cierto, nada tiene que ver con el spleen de los románticos; la onda es hacer como que uno no se enamora porque es muy malo y radical e irreverente; pero eso sí, al llegar a casa y estar en soledad se canta para los adentros “Entre suspiro y suspiro, no encuentro el olvido, me está matando el querer; porque una ingrata perjura, que mi alma tortura, me hiere con desdén...” Es más, no me sorprendería que ese, el que está en onda, sea despertado a diario con un toallazo propinado por su abuela, o que tomase un curso de macramé durante las vacaciones.
No me mal interprete, lector, esto no es una exhortación al ciego retorno a lo tradicional. En todo caso, lo invito a mantener una distancia crítica, lo mismo frente a la tradición que frente a las tendencias (existenciales, estéticas, morales y políticas) contemporáneas. Lo contrario es propio de bestias peludas, o de “ monstruos de carne cruda” como diría Roberto Arlt.
lunes, octubre 17, 2005

CONFIGURACIÓN DE SENTIDOS


Hasta los filósofos de la ciencia contemporáneos dicen que las cosas se nos presentan de modo interpretado. Pienso en Hanson, quien se pregunta si verían lo mismo Tycho Brahe y Kepler al contemplar una puesta de sol. Ambos recibirían los mismos estímulos sensoriales, de modo que se representarían un disco luminoso; sin embargo, apunta Hanson, decimos que ciega es una cámara, pues la experiencia visual es mucho más que la recepción de datos. El ver está determinado por una carga teórica, que a su vez depende del contexto histórico del observante. De ahí que Tycho vea un sol que se mueve alrededor de la tierra, en tanto Kepler mira un sol inmóvil.
Pensemos el caso de un cuadro sacro pintado diez siglos atrás. Es claro que un cristiano ubicado en el contexto originario de la obra, no vería en él lo mismo que un cantonés o un protestante. ¡Angeles del cielo! Qué decir de las ocasiones en que nos encontramos frente a alguna de las manifestaciones artísticas contemporáneas (posmo, para que me entiendas), pues éstas exigen tal esfuerzo interpretativo por parte del espectador, que muchas veces no atinamos a responder qué vemos ahí, a qué nos remite, para qué se coloca una silla en medio de la sala, por qué a la soprano le cae agua del techo o si son relevantes todas las preguntas hechas.
Sin embargo, parece que no solamente la carga teórica determina nuestro ver, sino muchas otras cosas que resisten al lenguaje teorético, cosas que por cierto me resultan más interesantes. Pienso por ejemplo en las manchas mostradas en la terapia gestalt. O acaso recuerdo que ayer vi en la televisión un trompo de madera, grande y veteado de colores que giraba en la pantalla, entonces recordé mi infancia y por un extraño azar a Guanajuato. Otras veces, al escuchar una melodía particular pienso en mi padre, pero no hablo aquí de una operación del intelecto. Cuando digo que pienso en él, digo que me lo represento, así como nuestros domingos, la casa que habitábamos y digo también que me invade una nostalgia muy honda. Ni el trompo, ni aquella canción, ni un caracol marino y ni siquiera el color carmín se presentan a mi mente en su pureza, independientes de otras imágenes, aromas, sonidos y peculiares afectos.

(ENTRE PARÉNTESIS)

Si usted, querido lector, lo mismo que yo, es amante de lo absurdo y lo jocoso, entonces le sugiero adentrarse en los siguientes relatos: Cazador cazado de Wilkie Collins, El ananá de hierro de Eden Phillphots y El traje del fantasma de Roberto Arlt. El primero abre el telón de "Los mejores cuentos policiales", antología llevada a cabo por Borges y Bioy Casares; hallará el que sigue en el volumen segundo de la misma antología. Por su parte, el tercero está contenido en el libro titulado: "El jorobadito."
Si sólo le ha dado por la literatura posmo y/o depresiva, no pierda la oportunidad de iniciarse en la hoy devaluada categoría del humorismo, pues quizá mañana sea usted atropellado por un camión de lechugas, de modo que muera sin haberse codeado con zoquetes detectives, con Juan Noy o con algún encantador de metales. Ande, lector, sumérjase y ría que pa’ luego es tarde.
jueves, octubre 13, 2005

MANÍA TERCERA: ENSIMISMAMIENTO




La primera vez que ocurrió me encontraba sentada en el asiento delantero del autobús. Percusiones, trompeta y un violín. “Qué portento de disco, qué señora adquisición la mía”, dije al tiempo que golpeaba un pulgar contra el otro, siguiendo el ritmo de la magistral melodía. Agitada mi alma por las percusiones, la trompeta y el violín, me dio por reunir ambas palmas, separarlas, reunirlas de nuevo, consintiendo pues una serie de movimientos continuos, pero recatados.
Cerré los párpados. Imaginé que no era yo la cuitada estudiante de aquella tarde. Me inventé que era una ninfa y que invadida por furor dionisiaco bailaba de un lado a otro, de arriba hacia abajo, siempre rodeada de sátiros. Bah, me dije, qué fantasía más trillada y pasé a la representación de un nuevo cuadro: me figuré la reina de un carnaval. Paradójicamente, fue la festiva convulsión de mi cadera y extremidades lo que me devolvió al sopor del entorno; en el cual, por cierto, no pude permanecer mucho tiempo, puesto que los pasajeros me mal miraban y me mal modeaban temiendo por su integridad.
En las noches, mientras me enjabono la cara, cepillo mis dientes o me aplico una mascarilla de xoconostle, vienen a mi mente los más tristes pensamientos. Da igual si son recuerdos o situaciones que arbitrariamente concibo, el busilis del asunto es que comienzan a brotarme los más francos lagrimones. Me da por sollozar, interrumpiendo el llanto con hipos y uno que otro alarido; sin embargo, pasada media hora sobrevienen las rondallas y los payasos, de tal suerte que sin pasar por un estado de sosiego, me invade la profunda euforia obligándome a romper en carcajadas.
Para ser honesta, no recuerdo haber visto mis lágrimas en el espejo, tampoco haber escuchado los hipos y menos aún las vulgares risotadas; de tales gestos y afecciones he sido informada por mi madre, quien –según dicen los médicos- sufre los mayores estragos a causa del trastorno sonambuliforme que me aqueja.
lunes, octubre 10, 2005

NO SÓLO EN LA RUMBA HE DE ZARANDEARME



A Silvia, aficionada a las zarandajas filosóficas y literarias.

I
Dicen que de vez en cuando mi discurso se antoja oscuro, que mejor sería agotarme en lo trivial, dejando las zarandajas metafísicas y literarias para un estrado. Me piden que rebuzne y rebuznaré cuando mi ánimo así lo disponga. Mientras tanto no he de escribir que la playa es horrenda y mezquinos los poetas, tampoco he de fingir que el folklor, la Filosofía y el amor me son ajenos. Déjeme, lector, hablar de mis asuntos y si éstos le disgustan, cúbrase los ojos entonces.
II
“LAS RELACIONES PELIGROSAS:
FILOSOFÍA Y LITERATURA
... ES LA HISTORIA DE UN AMOR COMO NO HAY OTRO IGUAL.”
Tal fue el nombre del coloquio celebrado la semana pasada, cuya organización estuvo a cargo del trío lésbico - nietzscheano que impera en la Facultad. Mi alma, hubo de todo: besos, bostezos, galletas y sombrerazos.
Se habló de Hesíodo y de Homero, de la palabra primera como sagrada y poética; de Borges, de Camus, de Lispector y de Foucault; de Zambrano y del destierro platónico a los poetas; se proyectaron imágenes de Sophie Calle, de figurines filiformes y hasta escuché una cita de Chesterton, mi escritor favorito. Sin embargo, la ponencia que más fascinante me pareció fue la de Aurora Pimentel, quien evocó un pasaje contenido en la obra póstuma de Proust, sí, aquel en que la magdalena, remojada en té de tila, lo remonta ahí donde el pueblo de su infancia, con sus calles y sus muros, con sus iglesias y sus casas pequeñas y su gente buena.
La palabra que es conjuro, que al nombrar invoca; la experiencia del éxtasis, el dolor, la locura, el olvido. Y yo, que no me cansaba de tanto aplaudir.
III
Puesto que me gusta la mala vida, pronto le invitaré una chamoyada a la más tiránica integrante del trío gobernador. Ello, con la intención de pedirle que sea mi asesora de tesis.
jueves, octubre 06, 2005

El CRIMINAL CATEDRÀTICO DEL MEDIO EVO



Puche la dedicatoria porque no pude subrayar el link.

Si por obligación, azar o antojo, merodea en los pasillos de nuestra Facultad, sugiero que tome las precauciones que la gravedad del asunto exige. Éste no es un infundado rumor, tampoco la invención de una mente hondamente afectada por los calores y desaguisados de la vida. Hablo con la autoridad de quien ha presenciado la serie de acontecimientos, sin haber ingerido una pizca de exóticas sustancias ni inhalado oxígeno comprimido (esta vez mi voluntad pudo resistir la tentación de hacer lo último). Sígame usted, ocioso lector y juzgue a su albedrío lo que a continuación relataré.
Hay un personaje cuya función oficial es la de profesor. La primera vez que lo vi fue durante el coloquio “La formalización lógica de los poemas demuestra su falsedad.” Recuerdo que en plena lectura de cada ponencia, el “profesor” se llevaba ambas manos a la boca para emitir una serie de trompetillas, de modo que el ponente, continuamente suspendía su discurso para levantar la vista buscando al emisor de temas como Perfidia o La catedral de Winchester. Ante la insolencia de nuestro personaje sentí una profunda afinidad y simpatía.
Durante algún tiempo fui asidua espectadora de los sainetes por él improvisados. En cierta clase le vi simular que decapitaba a un impertinente alumno; calificó dos cursos con base en la habilidad para tocar la cítara e inventar palíndromos; creyéndose el barón rampante impartió semestres enteros desde la alta rama de un encino; molió a palos al director diciendo representar a Mr. Hyde e inolvidable es la vez que me uní a la bailadora fila por él encabezada, misma que al unísono coreaba “¡abajo, abajo, las nietzscheanas al carajo!”
Sin embargo, lector, las cosas han llegado demasiado lejos. Ayer, oculta tras la cortina del salón tuve una experiencia por de más siniestra y excitante. Vestido con velloso atuendo, vi al “profesor” engullir lentamente la tibia piel de un hombro, luego el antebrazo y la pétrea coyuntura de éste con la mano; finalmente, le miré degustar con singular solaz uno a uno los atezados dedos de su víctima.
Trillada, gore y sin embargo magistral, me pareció aquella representación, de tal suerte que no pude más que salir del escondite y conmovida hasta las lágrimas aplaudí frente al montón de huesos, apenas cubierto con capa y caperuza escarlatas.
lunes, octubre 03, 2005

"NO NIEGO LA CRUZ DE MI PARROQUIA" O RECORDANDO A PEPE EL TORO



De un tiempo a la fecha me las he dado de feminista, así también de melindrosa en cuanto a pretendientes y pretendidos atañe. Sin embargo, lector, tal es la mácula en mi pasado que considero de mala leche ocultarte lo referente a ella. Así pues, con turbación y vergüenza me encomiendo a la tarea de relatar la historia del último novio que tuve, mejor conocido por mis allegados como Pepe el Toro.
Nuestro tema debe el sobrenombre a varias causas. Entre ellas que es guapo, galante y muy macho, con el mostacho abundante y bombacho; le entra con ganas a los alcoholes, o como quien dice: le gusta empinar el codo; aunque suele pintar cuadros posmo, sus bien formados músculos sonn obra y gracia de un oficio cristiano, a saber: la carpintería. En otro texto dije que cepillar madera a lado suyo hacía fluir mis lágrimas de aburrimiento; sin embargo, querido lector, hoy admito que tal afirmación se debió al despecho. Confieso que disfrutaba ayudarlo en labores tales como resanar, lijar a mano y barnizar lo que más tarde habría de convertirse en mueble.
Cuando digo que Pepe el Toro es macho, lo digo con sobrada autoridad. Basten algunos ejemplos para mostrarlo. En una ocasión, al verme vestida con minifalda me llamó “visionuda” y me retiró la palabra el resto de la tarde. Qué decir de aquel chico que voló por los aires hasta caer de bruces en la acera, nomás porque Pepe el Toro se puso celoso. Asimismo solía cantarme boleros tales como “eres la gema que dios convirtiera en mujer para bien de mi vida...” letra que me suena a “eres bonita pero bien piedra, de cualquier modo me gustas.” No obstante, encuentro una anécdota más representativa: llegó a mi casa y al caer en la cuenta que no había preparado la comida, me dijo en tono áspero: “¿cómo que no están mis enchiladas? ¿Pos qué hiciste todo el día?”, “Macho infame del demonio, atrevido, badulaque, más te vale que evoluciones pronto” respondí al tiempo que picaba un poco de tomate y ponía el sartén sobre la estufa.
En torno a este ex novio mío, debo agregar que avispado tampoco es; no olvidaré la mañana que en la cafetería de la facultad alguien le preguntó si era procastrista, ante lo cual alzó los hombros y con ceñudo gesto expresó algo así como “¡No! Yo estoy a favor de la procreación”. En fin, el caso es que dos años pasé con tal ejemplar del folklor mexicano y de los tiempos cavernarios, siendo la fecha en que mi familia continúa chiflándome como si fuese la chorreada. Me pregunto qué de él me tenía entre delirante y atarugada, pero quizá la pregunta sea vana, pues cruel y misteriosa es la alquimia de las pasiones.