“En lo hondo de la mar,
lloraba una tortolita,
y le respondió el gorrión:
no llores prima hermanita,
que la mancha del amor
¡con otro nuevo se quita!”
Copla popular
I
Misterioso accidente es el enamoramiento. No importa cuán poco agraciados por la naturaleza fueron mis amados, yo solía decir que no eran feos sino diferentes, como figurines filiformes. Ciega de amor, tampoco vi defectos, privaciones e injurias a la inteligencia y el civismo. Si alguien afirmaba que Miguel era lento yo rebatía que no, que era taciturno; si me molestaban diciendo que Juan era soez yo replicaba que no, que era osado e irreverente; así, mis bien queridos no me parecían pobres sino estoicos; no gordos sino fornidos; no machos sino viriles en exceso; no belfos sino poseedores de labios sensuales; no frívolos sino hombres de mundo; no golfos sino sedientos de aventura.
II
Quizá mi plan para aquella tarde sea arrullar pollitos en una hamaca, leer a Flaubert u hornear galletas. Quizá, sin embargo, por un extraño azar termine sentada en el momento preciso para un primer encuentro.
- ¿Luvi?
- No, Livi.
- ¿Pili?
- No, Livi.
- Mucho gusto Livia.
Es posible que el otro resulte ser nazi o integrante del Opus Dei, de modo que decida retirarme con mi mejor cara de moño. O acaso al otro también le guste el arte sacro, las lentejas, el scrabble, la novela negra y el modo en que al atardecer, el sol, cansino, asoma sus leonadas venas por la cresta de un cerro. Si las circunstancias siguen siendo favorables, entonces con el paso de los días aquel primer encuentro devendrá idilio y hecatombe.
Mientras todo ello no ocurre, continuaré entregándome a las más ociosas creaciones culinarias, filosóficas, literarias y otros tantos juegos de la imaginación.