LA TROMPETISTA DE FALOPIO: octubre 2009



lunes, octubre 26, 2009

BREVE ANTOLOGÍA DE RELATOS FAMILIARES Y ÑACA ÑACA

Desde hace muchos años, en casa de mis abuelos ocurren cosas escalofriantes. Voy a compartir con ustedes algunas de estas cosas, porque me encanta contarlas, especialmente cuando se acerca el día de muertos. Dedico estos relatos a Nélida y Melanie del Carmen, a quienes también les gusta contar y escuchar historias de espantos. Quedan invitados sus mercedes a narrar experiencias alusivas a nuestro tema.

Paso de la sala al comedor. “El de blanco.”
Casi todos mis familiares han compartido una visión: un hombre moreno, vestido con una túnica blanca, y que aparece casi vuelto de espaldas, de manera que sólo puede verse una parte mínima de su rostro. Mi abuela, por ejemplo, cuenta que una vez se dirigía al comedor, entonces vio “al de blanco” a unos tres metros, en el paso de la sala al comedor; ella dice que cerró los ojos y pidió no ver al aparecido cuando los abriera, y así fue. Mi abuelo en cambio asegura que esas cosas son payasadas; sin embargo, una noche, al salir al baño y cruzar la sala, creyó ver a mi tío Tito, a quien preguntó “¿Qué haces levantado a esta hora?” Pero ése no era mi tío. Y cuando mi abuela quiso saber con quién hablaba mi abuelo, él contestó “creí que había alguien, pero qué tonto, era yo reflejado en el espejo,” vaya respuesta increíble, pues resulta poco probable que un hombre que ha vivido cuarenta años en una casa, se equivoque de tal modo.
Recientemente, una de mis primas escolares, preguntó a mi abuela ¿quién es ese muchacho que está en la parte de abajo? Como mi abuela era consciente de que no había nadie más en la casa, contestó con otra pregunta ¿de qué color está vestido? Y la niña respondió: de blanco.

Paso de la sala al comedor. La veladora que no estaba.
La casa de mi abuelo se encuentra en desniveles. Supón que vas a visitarlos. En ese caso entras por una reja, bajas varios escalones y en tu costado derecho encuentras un jardín con una fuente, mientras que en el izquierdo está la parte habitada de la casa; como la puerta es de vidrio, puedes ver la sala, el comedor e incluso la otra puerta de vidrio, donde termina el comedor. Más abajo, hay un pequeño departamento, en el cual mis papás y yo vivimos durante mis primeros cuatro años, y que posteriormente fue habitado por un tío con su esposa e hija. Bueno, pues ya que has visualizado el sitio, puedo contarte que una noche, la esposa de este tío bajó las escaleras, y se sorprendió, pues a través de la puerta de vidrio, en el paso de la sala al comedor, vio una veladora. Sin embargo, como mi abuela pudo decirle al otro día: no hubo una veladora ahí.

La sombra que baja.
Como les decía, la puerta principal de la casa está hecha con vidrio, de manera que por lo menos la mitad de los comensales, puede ver el jardín a través de la puerta. Y algo que todos hemos visto (nótese que me incluyo) es una sombra que baja corriendo en la tarde. Sin embargo, por lo difuso de la imagen y la hora en que suele verse, pienso que se trata de un efecto óptico causado por los rayos del Sol, las hojas de los árboles y quizá otros factores.

La cara del bisabuelo.
Precisamente una noche de muertos, quedó empañada en la puerta una cara muy parecida a la de mi bisabuelo, es decir, el padre de mi abuela, que en paz descanse. Sin embargo, es posible que se haya tratado de una coincidencia o una broma de otro familiar.

El incidente con la caja de fusibles.
Además de la sombra que baja las escaleras, no he visto otra cosa en casa mis abuelos. Sin embargo, hace aproximadamente dos años, pasé la noche ahí, en una habitación cuya ventana da a un corredor angosto. De pronto se escuchó un golpe, como si alguien hubiese saltado de una barda al corredor (es una altura aproximada de tres metros) y luego “se apagó” la caja de fusibles, cosa que sólo puede ocurrir si alguien baja la palanca. Esa ocasión salieron mi abuelo y un tío, pero no encontraron alguien más en la casa. Una posible pero poco probable explicación es que algún vecino haya hecho esto, cosa que no parece tener sentido ¿con qué fin lo haría? O bien, quizá se haya tratado de algún asaltante arrepentido, que jamás volvió.


El estéreo.
Antes ocurría que giraba solo el regulador de volumen del estéreo. ¿La causa es un cambio de voltaje? No tengo los conocimientos electrónicos suficientes para contestar, pero hasta donde sé, los cambios de voltaje ocasionan que un aparato se apague, mas no que una de sus partes gire.

¿Quién buscaba a quién?

Tal como les contaba, mi abuelo niega y se burla de las cosas de espantos. Sin embargo, hace menos de un año le preguntó a mi abuela: por qué había vuelto a la casa Doña Jose (la señora que ayuda con el quehacer.) Mi abuela contestó que Doña Jose no había vuelto. Como mi abuelo vio claramente y en pleno día una señora en el patio inferior de la casa, decidió salir a buscarla. No encontró a alguien; entonces, quizá por primera vez, expresó su asombro y dijo a mi abuela: “caray, creo que vino a buscarme la flaca.”

Cuarto de abajo. El portarretratos.
Mi mamá dice que una ocasión, cuando vivíamos en esa parte de la casa, vio un portarretratos que se movió de un modo inverosímil: dio dos pequeños saltos hacia delante y luego cayó. Ella no cree en fantasmas, pero tampoco encontró una explicación convincente.

Cuarto de abajo. El niño "con ojos de chinito."

El cuarto está conectado con el resto de la casa por una escalera interna hecha de granito. Una noche, una prima preescolar se quedó ahí, y luego dijo a sus papás que un niño con ojos "de chinito" bajó las escaleras, se le quedó viendo y luego subió de regreso. Supongo que la mirada de el niño no fue amigable, pues mi prima se rehúsa a dormir de nuevo en ese lugar.

Cuarto de abajo. Una respiración.
Cuando dos de mis tías pasaban la noche allá, solían escuchar la respiración de un tercero no visible. Por esta razón, decidieron volver al piso de arriba. En cambio, hubo otra tía a la que no le molestaba tal respiración, sino que decía: “mientras no me haga algo...”

El enano.
A mi tía A le gustaba mucho asustarme, por ello, cuando dormíamos juntas (yo era adolescente) me miraba fijamente con cara de loca. Una noche comenzó a decirme “mira ese póster de Cats, los ojos del gato se están iluminando porque el ambiente se pone pesado,” de pronto saltó hacia la cama de mi tía G y comenzó a llorar; se veía desesperada. Prendimos la luz, pero continuó en ese estado ¿cuál era la causa? La visión de un enano. Otra noche, al salir de su cuarto para ir al baño, lo vio sentado en un sillón, lo cual la hizo regresar en mal estado a su cama. Lo más sorprendente es que ha tenido encuentros o alucinaciones táctiles con este ente, quizá el encuentro más traumático fue una vez que ella se dirigía al comedor y “él” salía de ahí, de modo que chocaron y mi abuela tuvo que tranquilizarla, pues créanme: se pone muy mal. También me enteré de que una vez ella se encontraba durmiendo en otra casa y cuando abrió los ojos lo vio ahí, de pie junto a ella.
Puesto que sólo mi tía A percibe al enano, podríamos pensar que se trata de una alucinación; sin embargo, en la casa a la que se mudó al casarse, la señora que limpiaba el lugar se llevó un susto, pues encontró pisadas “de niño” en el piso recién trapeado. Y, la última vez que mi tía vio a este ser, él estaba de espaldas, asomado al cuarto de su primera hija, que en ese tiempo era bebé.


Y por todo lo relatado, las pocas noches que duermo en casa de mis abuelos (mañana será una de ellas) tiemblo al ir al baño, y al salir del cuarto procuro no ver los espejos ni las ventanas, pues quizá algún día sea yo quien tenga una de estas extrañas visiones. Esperemos que no.

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martes, octubre 06, 2009

LOS PLANES FUNERALES Y EL MILAGRO DE LA MUERTE

Ayer estaba platicando con mi je(fecita)chu(la) acerca de lo que queremos que ocurra con nuestros cuerpos, después que colguemos los tenis. Mi jechu, por ejemplo, ha elegido un panteón con una vista bonita y también me pidió que deje la mayor parte de sus cenizas ahí, que esparza otro tanto en el Pacífico y que el resto lo reparta en pizquitas en sus lugares favoritos; bueno, estoy exagerando un poco. Por mi parte, he encargado a mis amigos que si me petateo antes que ellos, hagan mi funeral tal como lo planeo: con café de olla y sones jarochos. Y he pedido ser enterrada. A algunos les horroriza la imagen de un cuerpo putrefacto dentro de un ataúd; a mí, en cambio, me agrada la idea de que mediante un proceso natural, mi cuerpo se transforme en otra cosa, bajo la tierra, que es lugar de materia viva. Además me gustan los panteones, las flores y las veladoras.
Aunque los siento, estos deseos y planes funerarios me parecen irracionales, pues ni siquiera estaré ahí para celebrar. En cambio mi padre, desde una postura más racional, me ha dicho “bah, ya estaré muerto, así que puedes dejarme en el anfiteatro,” pero ¿quién desea un final así para alguien amado? A diferencia de los deseos sobre los restos de uno mismo, me parecen más comprensibles los deseos sobre los restos de las personas que amamos, pues necesitamos muchos símbolos para despedirnos de ellos o quizá para no despedirnos del todo.
Tal vez me dirán que vaya tema siniestro, pero no creo que la muerte (en general) sea un tema de este tipo. Al contrario, de Antonia aprendí que la muerte propia puede ser un tránsito sereno, y que acompañar a las personas que amamos en sus últimos momentos, aunque duela, es un acto natural y hermoso. En fin, los dejo con un fragmento del guión de esta película:

Antonia llamaría a sus seres queridos a su cama, les informaría de su inminente muerte, cerraría los ojos y moriría. El granjero Bas le haría el ataúd. Olga, la rusa, aunque afligida, la amortajaría con su discreción de costumbre. Con su tacto y con todo su cariño. Y su bisnieta no se separaría de su lecho de muerte, porque quería saber exactamente cómo abrazaría el milagro de la muerte a su querida bisabuela.

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