Hay alumnos rockeros, poperos, metaleros, pro reggae y una alumna dijo
yo amo el blues. Hay quien prefiere dormir, quien quiere participar durante toda la clase; están los que no se han enterado de que ya crecieron; están las chavas, generalmente hartas de tanta chiquillada masculina, está el fresa wannabe que usa el término “naco,” y está quien critica las contradicciones de la institución. Este año hay muchos cerebros que caminan rápido. Algunos alumnos te respetan porque eres su maestro, y por la misma causa otros buscan pelea contigo todo el tiempo, es como si dijeran “te declaramos la guerra, porque ése es nuestro trabajo.” También hay quien de verdad te admira, quien finge que le agradas; y dada la explosión hormonal, no falta quien te coquetea sutilmente, o de plano te sabrosea.
Se necesita tener una garganta y un hígado aguantadores, pues más de una ocasión tienes que levantar la voz para que te oigan y lidiar con comentarios agresivos. O hacer algunas cosas que te acercan al oficio de niñera. Es mucho trabajo. Y nunca se sabe qué tan conscientes son de ello, lo más seguro es que poco, porque es una edad en la que su atención se centra en: a)el amor b) el trauma c) el desmadre d) la búsqueda desesperada de reconocimiento.
No preguntaré si todo esto vale la pena, porque trabajar con adolescentes no es una pena, sino al contrario, es divertido, ellos nuncajamás pierden la oportunidad de aventar un chascarrillo. Mejor preguntado: ¿vale el esfuerzo? El día que se conmueven con una película, o que discuten sus ideas sobre la libertad, la justicia y la felicidad; y el día que recibes unas flores de papel que un alumno hizo para ti desde la cárcel (en donde no es justo que esté), ese día sabes que tu esfuerzo ha valido.
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