LA TROMPETISTA DE FALOPIO: junio 2006



jueves, junio 29, 2006

TÉ DE AJENJO


No es por determinar tu juicio de gusto pero este escrito es malogrado, matrecho y malsonante. Sólo quiero decir que no soporto a las personas que no soporto, pero últimamente tampoco soporto a las personas que sí soporto y estimo. Ya me tienen podrida con sus temas y preguntas. Me aflige no poder sacar al Begbie que llevo dentro. En ocasiones especulo al respecto. Si fuese varón sería desos que a la menor provocación se arremangan la camisa, amenazan y tú nomás dime si afuera o aquí mismo. En tal sentido esgrima ha sido un remedio de dios padre. Después de correr dos kilómetros y brincar y doblar la punta del florete en un pecho contrincante, ya puedo andar en el mundo con mi ser campechano y feliz. Nomás que no diario es posible ir a picar las costillas ajenas, siempre hay alguna obligación menos urgente que atender.
Qué amargor de cangrejo. Acribilla. Soy un té de ajenjo. De las pocas cosas que hoy me placen una es salir con Diego amigo, para hablar en torno a fenómenos como el " follas, vienes y te vas" u otra futilidad acompañada de una buena malteada.
sábado, junio 24, 2006

LOS HIJOS DE MARÍA JOSEFINA


No voy a mentirte. Al principio no me importaron, eran sólo cosas como las del refrigerador pero en miniatura. Vino el cambio mayor y no pude más que saltar de la indiferencia a una morbosa curiosidad. Desde entonces no he querido apartarme de mi ventana. En una ocasión, María Josefina desapareció durante el día entero. Como tiendo a la sobreprotección, busqué en la sección amarilla el teléfono de un médico adecuado. “Dudo mucho que pueda sacarlos adelante”, dijo. Me figuré con la maceta dentro de la habitación, tejiéndoles una chambrita, buscando los instrumentos necesarios para alimentarlos y entonando una canción de cuna. Por fortuna, esa madre negligente volvió al anochecer.
Una semana atrás eran muñones rosados con blanduras, pelusa, protuberancias y transparentes hendiduras. No me conocían entonces. Sin embargo, nuestra relación ha cambiado. Ahora soy para ellos la cortina que se corre en la mañana, la ventana que se abre, el dedo índice, invasor que entra al nido para buscarlos y tocar sus primeras y menudas plumas.