INOCENTE PALOMITA. O DE CÓMO A UNO LE VEN LA CARA DE PAISANO
Qué decir cuando se pretende adquirir tal o cual producto en una gran empresa, como es inevitable a veces. En tal caso hay que llevar siempre la lupa, con el fin de no soslayar alguna restricción o cláusula del tipo “promoción válida hasta el día de ayer” o “descuento único para hijos de marineros muertos en el cumplimiento de su deber.” Aun cuando se cree haber hallado una oferta afortunada, es menester constatarlo con empleados pertenecientes a distintas jerarquías: mostrador, supervisor, gerente e incluso no sobra hacerlo cuando se está a punto de pagar, no vaya a ser la de malas y la cajera diga se equivoca, el descuento aplica a todos los productos con excepción de la línea de perfumes Cordelia-Pupurucci
Por todo ello, en la medida de lo posible prefiero ir a lugares de estructura menos burocrática, como las fondas, pequeñas tiendas, sobre ruedas y puestos ambulantes del centro. Figúrate que conversaba con una amiga en un café medianamente modesto y que contenta estaba contenta hasta que llegó la cuenta.
Mesera- sí, es que ese no es un helado sino un postre italiano.
Yo- no. Es un helado dentro en una cáscara de coco y con un chocolate en la punta.
Mesera- se equivoca, es un postre italiano.
Yo- ¡pero pedí un helado!
Mesera- sólo había postre italiano y su precio es el que está anotado en la cuenta.
No es la moneda de más ni la desilusión, lo amargo es el sabor que deja ser timado. A este paso, en un par de años me veré en la necesidad de fabricar mi ropa, cultivar mis legumbres y engordar mis conejos, gallinas y marranos.