LA TROMPETISTA DE FALOPIO: LOS HIJOS DE MARÍA JOSEFINA



LOS HIJOS DE MARÍA JOSEFINA


No voy a mentirte. Al principio no me importaron, eran sólo cosas como las del refrigerador pero en miniatura. Vino el cambio mayor y no pude más que saltar de la indiferencia a una morbosa curiosidad. Desde entonces no he querido apartarme de mi ventana. En una ocasión, María Josefina desapareció durante el día entero. Como tiendo a la sobreprotección, busqué en la sección amarilla el teléfono de un médico adecuado. “Dudo mucho que pueda sacarlos adelante”, dijo. Me figuré con la maceta dentro de la habitación, tejiéndoles una chambrita, buscando los instrumentos necesarios para alimentarlos y entonando una canción de cuna. Por fortuna, esa madre negligente volvió al anochecer.
Una semana atrás eran muñones rosados con blanduras, pelusa, protuberancias y transparentes hendiduras. No me conocían entonces. Sin embargo, nuestra relación ha cambiado. Ahora soy para ellos la cortina que se corre en la mañana, la ventana que se abre, el dedo índice, invasor que entra al nido para buscarlos y tocar sus primeras y menudas plumas.
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18 Comments:

At 6:24 p.m., Anonymous Anónimo said...

el cuero cabezudo said...

¡Buen sitio para nacer!

Un placer leerte por acá. Ojalá y no se interrumpa el flujo de imágenes tlalpeñas... o universales.

Saludos.

 
At 10:20 p.m., Anonymous Anónimo said...

Hola, quiero compartir contigo una página que encontré que relata los sucesos en Oaxaca. Es un periódico digital donde se ha manejado el conflicto. no es un medio gobiernista, afortundamente.
www.e-oaxaca.net.
Hicieron una nota chida sobre la marcha a favor de Ulises Ruiz. está chida http://www.e-oaxaca.net/hoy_d.php?idnota=9886 ese es el URL.-
Saludos

 
At 2:27 p.m., Blogger ka! said...

Dicho con todo el respeeto del mundo: Extrañaba leerle aquí...ya era hora...!!! buen inicio de semana!

 
At 5:53 p.m., Blogger Nebe Gebhardt said...

Y sin embargo, ese sentimiento tierno puede ser peligroso...Relato corto impecable. Saludos.

 
At 9:24 p.m., Anonymous Anónimo said...

Eres grande, qué bonito, me encantó. Me recordó a los Animálculos de Robert Louis Stevenson.
Tómate vacaciones más frecuentes de "El Jicotillo", y vuelve a tu blog con más constancia. Se te extraña acá.

 
At 2:57 p.m., Blogger Livi Jazmín said...

CUERO CABEZUDO: tlalpeñas sí, universales no creo. Saludos.
ANÓNIMO: iré, nos anda haciendo falta vínculo con medios de otros estados. Gracias.
KA: pos muchas gracias, aquí sigo.
NEBE GEBHARDT: es peligroso porque me dan ganas de abrazarlos hasta que se les boten los ojos, ya de por sí bastante saltones.
ANÓNIMA: hay dos obras de Stevenson que me re gustaron, pero no he leído eso que su mercé dice ¿es un cuento? ¿ dónde viene? En otras cosas, el Jicotillo deja tiempo libre, cosa que casi no hará mi curso intensivo-intersemestral de lógica prrrrrr.

 
At 10:24 p.m., Anonymous Anónimo said...

Usted disculpará. Le pego aquí todo el texto del que le hablo. Lo publicaron en confabulario hace... pues ya ni me acuerdo, pues. Leed.

El relojero
La garrafa estaba colocada sobre una mesa, en medio de la habitación. Hacía casi una semana que nadie entraba por la puerta; la sirvienta era descuidada y no había cambiado el agua desde hacía un mes. La raza dirigente de los animálculos había alcanzado así una gran antigüedad y ellos estaban muy avanzados en sus estudios científicos. Su principal deleite era la astronomía; los filósofos se pasaban los días contemplando los cuerpos celestes, la sociedad se complacía en comentar las distintas teorías. Dos ventanas, una que daba al este y otra al sur, les daban dos años solares de distinta duración; el segundo se mezclaba con el primero y el primero volvía a suceder al segundo después de un intervalo de oscuridad. Muchas generaciones nacían y perecían durante la noche; la tradición de un sol se vio debilitada, de modo que los pesimistas abandonaron la esperanza de que volviera a salir; y la luna, que entonces estaba llena, engañó a algunos de los más sabios. No fue sino hasta el sexto año solar largo que apareció un animálculo de intelecto inigualable; él destronó la ciencia anterior y dejó un legado de discusión.

Su hipótesis puede llamarse La Teoría del Cuarto. Era errónea en partes. El cuarto no estaba lleno de agua potable; tampoco estaban hechas sus paredes de la misma sustancia que el mantel. Pero, en la mayor parte de los puntos, la teoría concordaba burdamente con los hechos; y su autor había calculado la posición relativa de la garrafa, la mesa, las paredes, los adornos de la repisa de la chimenea y el reloj de ocho días hasta el millonésimo lugar de los decimales, pues sus métodos e instrumentos eran exquisitamente finos. Hasta ahora, los más escépticos reconocían sus méritos. Pero el filósofo era un hombre de mente devota y obediente; y había decidido aceptar y basarse en una leyenda de su raza. En la antigüedad, antes del surgimiento de la ciencia, se decía que el espacio amarillo y oblongo, situado en la pared que daba al norte, se había abierto y un objeto, cuyo tamaño descomunal superaba la imaginación, había aparecido y, durante algunas generaciones, se había movido visiblemente en el espacio. Una luz, a decir de algunos más brillante que el sol, según otros apenas más brillante que la luna, acompañó al meteoro en su órbita. Mientras tanto, la garrafa fue sacudida por tronidos e inexplicables convulsiones; los costados del universo se oyeron crepitar; una detonación final señaló el momento de su desaparición; y, cuando los animálculos se recobraron del susto, vieron que el espacio amarillo y oblongo de la pared que daba al norte había retomado su aspecto natural. Tal fue el informe de los historiadores serios y críticos; en boca de los incultos, la versión era otra. “En la antigua era del canibalismo”, decían ellos, “un animálculo asombrosamente enorme atravesó el muro; tenía el sol en una garra; el movimiento de su nado sacudió la garrafa entera; y antes de volver a salir, le hizo algo al reloj”. Para asombro de la sociedad, esta versión popular fue la que el filósofo aceptó. Un coloso que llevaba una luz, parecido al que había sido observado, caminaba conforme a periodos establecidos cerca de las paredes exteriores de la habitación; y el hecho de que pasara, primero frente a una ventana y luego frente a la otra, explicaba los años solares. Pero el filósofo fue aún más lejos. En el Cosmos animalcular existía un elemento de anormalidad superlativa: el reloj, con su péndulo, su esfera y sus manecillas. Varias generaciones de observadores habían demostrado, de modo irrefutable, que el péndulo se balanceaba, que las manecillas reptaban por la esfera, que el fenómeno de las campanadas ocurría a intervalos aproximadamente iguales y que al menos era posible concebir una relación entre estos intervalos y la procesión de las manecillas. Pronto, la atención se fijó en el reloj; las pruebas de la existencia de algún propósito en la creación se centraron allí; el creador, que hablaba con oscuras palabras en sus demás obras, parecía emitir una voz auténtica en el reloj; y el teísmo y el ateísmo trabaron combate en torno a la cuestión del Relojero. El Newton animalcular era relojerista; y se arriesgó a hacer la osada conjetura de que el coloso que llevaba una lámpara alrededor de la habitación se vería obligado a regular sus movimientos de acuerdo con el tiempo del reloj.

Entre los piadosos, las interrogantes del filósofo pronto se erigieron en doctrinas de la iglesia. El coloso de la leyenda fue identificado con el sol, junto con el creador del reloj. El culto al relojero reemplazó las religiones anteriores, la veneración del agua, la veneración de los ancestros y la adoración bárbara de la repisa de la chimenea; a él le fueron atribuidas todas las virtudes; y todo el comportamiento animalcular de buen tono quedó reunido bajo la rúbrica de Comportamiento Relojeroso. Mientras tanto, el otro bando clamaba a favor del animalculomorfismo. El filósofo había declarado que todo el espacio estaba ocupado por el agua; no había nada menos comprobado, nada menos comprobable; más allá de la piel interna de la botella, el agua dejaba de existir; y, si éste era el caso, ¿en dónde quedaba el relojero? La vida implicaba agua, el pensamiento implicaba agua. Nadie que no viviera en el agua podía concebir la idea del tiempo, ¡mucho menos la de un reloj! Examinen su hipótesis (decían los relojeristas) y todo se reduce a esto: una criatura que vive en el agua ¡viviendo fuera del agua! ¿Pueden acaso los animálculos razonables entretenerse con semejante absurdo? Y admitiendo lo imposible, admitiendo (únicamente con el propósito de aclarar la cuestión) que la vida y el pensamiento existen más allá de las paredes de la garrafa, ¿por qué no se manifiesta el Relojero? Sería sencillo para él comunicarse con los animálculos; cuando creó el reloj, le habría sido fácil colocar sobre la esfera señales inteligibles (por ejemplo, la proposición cuadragésima séptima) o incluso (si acaso le hubiera importado) algún medidor del paso fugaz del tiempo; y en vez de eso, a distancias que más o menos se aproximan a la igualdad, tienen lugar esas marcas sin sentido, que probablemente son el resultado del ebullicionismo. Entonces, si acaso existe un relojero, hay que figurárselo como un frívolo y maligno sinvergüenza, que creó la garrafa, la mesa y la habitación con el único objeto de regodearse con las tribulaciones de los animálculos. Semejantes opiniones hallaron una expresión más violenta en boca de los poetas contemporáneos; la infame “Oda a un Relojero”, que estremeció a la sociedad, empezaba más o menos así:

Enormes son tus pecados,
Enormes como una garrafa entera.
Relojero, yo te reto.
Tu crueldad es mayor que la de un jarrón sobre la repisa de la chimenea,
Y redonda como la esfera del reloj.
Eres fuerte, te jactas de ello;
Eres astuto e inventas cronómetros;
¡Vanas son tu fuerza y astucia!
Basta con que un solo animálculo honrado te mire a los ojos,
Y quedas vencido en medio de tus instrumentos.
Palideces y te ocultas en la trastienda.

El sentir universal fue que el poeta había llegado demasiado lejos. Si en efecto existía un relojero, cabía suponer que no toleraría que esas declaraciones quedaran impunes; cabía temer que toda la garrafa se vería implicada en su venganza. Después de un juicio en donde él se vanaglorió de sus horrendos sentimientos, el poeta fue condenado y públicamente destruido; y, durante algunas generaciones, este acto de rigor frenó el espíritu del libre pensamiento.

Todos esperaban con ansia el amanecer del séptimo año solar doble. Al acercarse el momento, todos los telescopios que había en la botella se dirigieron hacia la ventana que daba al este o hacia el reloj; y una vez que el acontecimiento hubo tenido lugar y mientras se preparaban los cálculos, las muchedumbres esperaron afuera de las casas de los astrónomos, algunos rezando, otros haciendo irreverentes apuestas sobre el resultado. Éste no fue concluyente. El reloj y el sol no tenían ninguna relación precisa de concordancia; a los fieles más ardientes les fue imposible proclamar su triunfo. Mas la discrepancia era pequeña; y el más firme de los librepensadores fue consciente de la existencia de una duda íntima.
En El Relojero revelado en todas sus obras, El Relojero reivindicado y La verdadera ciencia relojerosa exhibida y justificada, los piadosos buscaron disimular su desilusión; en obras de distinta naturaleza, los librepensadores magnificaron su victoria. Conforme pasaban las horas y una generación sucedía a otra, todos percibieron que la fe había sido sacudida. La creencia en un Relojero decayó de forma estable; y pronto el reloj mismo, con sus movimientos disminuidos y su regularidad irregular, se convirtió en un tema de burla para los bromistas.
En medio de todo esto, se vio abrirse el espacio amarillo y oblongo de la pared que daba al norte y el relojero entró y procedió a darle cuerda al reloj.

El cambio fue total; los animálculos de todas las edades y condiciones sociales se apiñaron en los lugares de culto; la garrafa retumbó con salmos; y, de un extremo a otro de la botella, no hubo ninguna criatura consciente que no hubiese sacrificado todo lo que poseía con tal de prestarle un servicio al relojero.

Cuando acabó de darle cuerda al reloj, el relojero divisó la garrafa; y como tenía sed por haber tomado cerveza la noche anterior, la apuró hasta las heces. Después, por espacio de tres semanas, yació en cama, enfermo; y el médico que lo atendía mandó sanear todo el suministro de agua de esa parte de la ciudad.

Parfect. Catedrático e investigador. Director del Programa de Industrias creativas y culturales de la Universidad King de Londres.
Stevenson. Obras como Dr. Jekyll and Mr Hyde y The Treasure Island se han convertido en clásicos.

 
At 10:30 p.m., Anonymous Anónimo said...

Uhm, eso último se me fue. La traducción es de Katia Rheault.
Ahí me dices qué onda.

 
At 9:56 a.m., Blogger ecasual said...

Qué bueno que reencarnes. Un beso.

 
At 12:08 p.m., Anonymous Anónimo said...

Miss Livi:

Deje a su jicotillo liberal atado por un rato y tienda sus palabras en este espacio, este lugar y este lector les extrañamos.....

zeus was here

 
At 10:53 p.m., Anonymous Anónimo said...

YO sabia que resucitaria este lugar, que las trompetas toquen de nuevo, que si!

 
At 2:01 p.m., Blogger Leontina Grey said...

Muy bueno el nombre de tu blog.
LG

 
At 5:44 p.m., Blogger La ninfa vouyerista said...

Molto interesante, husmearé más seguido...

 
At 10:53 p.m., Anonymous Anónimo said...

Es usted como esa enfermera que acaricia al recién nacido y le hunde la mollera. Pero es usted muy, muy dichosa. Disfrútelo y mantenga al tanto.

Menos política y más huevos!

 
At 11:34 p.m., Blogger Hieródula Incrédula said...

Qué bien que regresó Livi, me dije y le digo.
La saludo muy contenta porque así hizo su post que estuviera, qué bonito.

 
At 10:50 a.m., Blogger Livi Jazmín said...

ANÓNIMA: no tengo internet en casa, pero ya copié el texto (o como diría la profesora que me enseñaba inglés en la primaria: "ya lo copeé") y esta misma noche lo leeré desde el té y mis pantuflas.
HORMIGUITA: y un abrazo de vuelta.Nos estamos leyendo.
ZEUS: pregúntele al Dr. Frankenstein que tan fácil es atar las extrañas creaturas. La verdad es que entre el jicote y mi curso intensivo de lógica, no me queda mucho tiempo libre y mire que falta me hace, para escribir más aquí y para otras felices y ociosas cosas.
FIDEL: ay oiga, pus si nunca dejaron de sonar.
LEONTINA: ese tema me pone nerviosa.
NINFA: usté venga y husmee que bienvenida será.
TAPETAZO: jajajajajajaja, espero no haberle hundido la mollera a los tres josefitos; en una de esas los dejé discapacitados mentales, ahora que si quiero sonar teletonera, diré que no son discapacitados sino "aves con diferentes habilidades."
ANDRELLA: y que me dice no dice dice y que le digo: qué bueno que le gustó.

 
At 5:16 p.m., Anonymous Anónimo said...

No, querida Trompetista, también es una de mis fantasías sin cumplir. Pero hay que estarse aguantando las ganas todo el día...

Y, ¿qué onda? ¿Le gustó el cuento, o nomás me vio la cara?

 
At 2:37 p.m., Blogger Livi Jazmín said...

ANÒNIMA: LO LEÍ EL SÁBADO POR LA MAÑANA Y ME ENCANTÓ. AGRADEZCO EL REGALO MARAVILLOSO. De Stevenson había leído "El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde,"Olalla" y "En los mares del sur."
Le pido que dispense mi falta de memoria y de cortesía.

 

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