"Se murió mi amigo Bronco,
se fue a ver que hay más allá,
mientras le decía despacito,
nos vamos a encontrar"
¡Bronco!
Concha digo. Si escoba en mano apaleo a un caminante que ni las debe ni las teme, entonces permito que en cara me echen reproches, reclamos, polvo pica pica o argumentos éticos peréticos perimpompudos, pelados, peludos, pueden hacer lo mismo si me cachan como a
la Chayito, en una movida chueca. Si miento. Si traiciono. Si un acto mío causa daño o acaso ocasiono perjuicio por omisión. Pero concha, cómo me choca la intolerancia en cuestiones de gusto. A uno le gustan ciertas cosas y punto.
Compra mi madre tres docenas de discos, qué telenovelón colombiano, la palabra
“tinieblo” me ha enseñado y estoy como
Borola que no se perdía un capítulo de Danilo el guajolote; picada, contenta lo cuento y los intelectuales de pacotilla me dicen
qué asco ya léete a Chopenjagüer. Salgo, camino y a un chico yo miro y me dicen amigos
horror, serías la número uno en el concurso nacional de mal gusto. Concha digo, concha su madre, que si el conductor de la tele es idiota, que si la Lila apabulla con tanto folclor, que si el Manu es naco, que si Kusturica demasiado chairo ¿y? Exijo libertad para expresar mis gustos malsanos.
Concha digo, cada quien, cabemos todos en cuestión de gustos, no hay que ser, dejen ser, que en cueros anden los adánicos, al agua patos que en chor se avienten a la alberca los provincianos, que a grito pelón que a pleno pulmón canten los despechados, usénse los piercings y los mocasines, la greña y la pelona, arriba los que están entrados en carnes y los tronantes de tanto hueso, chance para la finura y la guarrada y la carne cruda, lo liviano y lo clavel en la textura, rienda suelta a las obras retro y a las posmo, luzca ceñida al cuerpo la negrura o el color que chinga la pupila, suenen los violines y el bajo y las matracas y que viva la Francia.