¡Levántate que pareces recién parida!
La abuelita de Karolo a Karolo
Hace algunos años, en casa de mis abuelos se me ocurrió decir que estaba aburrida. Acto seguido Margarita, mi abuela, contestó vamos a desaburrirnos al pueblo. Caminamos pero no en plano, pues para llegar al pueblo bernabita hay que subir dos calles cuya inclinación linda con la verticalidad. Qué importa, pensé, un poco de ejercicio no hace daño a nadie. Llegandito a nuestro destino Márgara comenzó su mira las cazuelas, los cactus las plantas, ay qué chulas, me hacen falta unas, anda, tú carga la begonia y yo las nubes. Qué importa, pensé, ayudar a una abuela es acción de gente buena y seguimos caminando hasta que mira las mazorcas, hace mucho que no hago sopa de elote, yo escojo un par y tú ve allá donde la carnicería y pide medio desto medio de lotro y me esperas en la esquina.
Para no hacer el cuento largo, transcurrieron los minutos y las horas en la pura compradera. No hubo cosa que Margarita, mi abuela, se resistiera a comprar. Con decirte que remató dicendo
orita vengo, casi se me olvidan las cabezas de pollo para el Balín. Y ahí nos tienes, de bajada con cactus, cazuelas, panes, flores, mazorcas, menudencias y trastes a montón.
No cabe duda que las personas se equivocan, creen que el cariño les da derecho a hacer con uno lo que les plazca. A partir de ese día no volví a decir frente a mis abuelos que estaba aburrida. Voy, platico, me recuesto junto a ellos y veo María Isabel reloaded, me gusta y lo prefiero que recoger abuela y cabezas de pollo que ruedan en picada.