"Qué es un adulto, sino un niño inflado de edad."
Simone de Beauvoir
Me identifico con Bruce Banner y su tragedia, por eso el otro día soñé que era un Hulk de plástico que medía como un metr

o. No se rían. En realidad es horrible perder la chaveta; sentir que el ritmo cardiaco se acelera, que cambia el color, se botan las venas ¡y reata compadre gallego! Punch, zaz, toing. Soy así desde que aprendí a hablar. Figúrense que cuando tenía dos años y mi papá me ordenó guardar los juguetes, contesté: “deja de estarme chingando,” frase que vaya a saber de dónde aprendí; por supuesto, no recuerdo aquel episodio, a pesar de lo cua
l no dudo que haya ocurrido.
La cosa es que pasé de las rabietas infantiles a los arranques de adolescente y “adulto,” arranques en los que siempre encontré un modo efectivo para lastimar; y lo mismo que Hulk, muchas veces he desconocido a quienes están enfrente, al menos en el sentido de olvidar que eran personas queridas, o que en otro momento habían hecho cosas buenas por mí.
Siempre he pretendido justificarme con el discurso de mira, es que una vez explotó una bomba gamma y quedé toda radiada y por eso cuando me hacen enojar me pongo así. Sin embargo, desde hace algunas semanas he estado pensando que no hay derecho a ser Hulk; más que pensar, tengo el deseo (y he decidido) no volver a hacer o decir cosas horribles, con el pretexto de que he recibido algo de la misma clase, o de que estoy enojada. Creo que por fin comprendí la máxima socrática de no ser injusto bajo ninguna circunstancia.
Ya entrados en gastos, quiero agradecer a alguien, alguien que desde hace tiempo me produce el deseo de ser una persona que construye. ¡Hey, macaco! Sabes que hablo de ti.
Etiquetas: a felicidade, agradecimientos, Filosofía con sabor, neurosis., traumas