Cuando tenía alrededor de dieciséis años comencé a tener sueños locos:
Falkor avanzaba entre nubes que se movían como olas, extraterrestres con forma de sandía y grietas iguales a las del cerebro; un insecto rojo cubierto por una concha de caracol, de la que salía un par de alas. El carácter surrealista de aquellos sueños fue la causa que me llevó a escribirlos, hasta tener una lista que superaba el ciento. Supongo que entre otras cosas, debido a este ejercicio que no he abandonado en años, es que cada día recuerdo al menos un sueño, incluso puedo recordar cuatro. Es cuestión de ejercitar la memoria; por ejemplo, hoy en la mañana me venían a la mente sólo imágenes triviales del episodio onírico de anoche, pero tenía el sentimiento que surge ante lo macabro, así que me esforcé en recordar hasta que lo logré: mis amigos y yo íbamos a la conferencia de un asesino, para ello teníamos que ingresar en una cárcel oscura, cilíndrica, sentarnos en el centro, en medio de cientos de peligrosos criminales, que gritaban cosas y extendían sus manos hacia nosotros.
También me acuerdo de frases que escuché en sueños de hace tiempo, como cuando mi abuelo afirmo que mi padre es “un minimalista sentimental.” En otra ocasión soñé una voz que decía “las grandes cosas siempre llegan con pasos silenciosos.” En gran medida, uno de los motivos para entrar en un proceso psicoanalítico, fue la interpretación de mis sueños. Alguna vez les conté sobre el objeto onírico que se repitió durante siete años: los cocodrilos. “Casualmente” hace unos meses, al hablar de ellos en psicoanálisis, los cocodrilos dejaron de aparecer como seres amenazantes, para convertirse en muñecos de cartón y en seres sin colmillos; creo que se han ido. Me intriga saber qué simbolizan otras figuras de mis sueños; pero temo que del mismo modo que los cocodrilos, estas figuras desaparezcan a causa de la interpretación, del paso a la consciencia.
Cada noche me acuesto con una feliz curiosidad, pues sé que mis párpados caerán, pero otros ojos se abrirán hacia quién sabe qué paisaje, quizá un fondo marino, alguna catedral, cerros verdes, templos en el agua, o un cielo adornado con peces blancos estelares.

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