LA TROMPETISTA DE FALOPIO: EL JUEGO DEL CINTURÓN



EL JUEGO DEL CINTURÓN

Mi familia materna es un caso. Lustros atrás la casa de mi abuelo era lugar de grandes fiestas. Parientes, convidados y vecinos hacían una rueda, la víbora de la mar y también el pescadito, ya sabes, ese divertimento en que cada invitado se pone frente a su pareja, tiende los brazos hacia ella, los cruza y la toma de las manos, de modo que se forma una hilera de brazos entrelazados, en la cual se avienta algún otro convidado para elevarse por los aires y volver a la red humana, elevarse por los aires y volver a la red humana, elevarse por los aires y así. Pocas veces mi padre –ah, ese teólogo venido a menos - perdió la compostura. Una de ellas ocurrió cuando brincaba de modo horizontal, como pescadito en la sartén.
A los jolgorios solían asistir las hermanas de mi abuelo, quienes ahora se sienten muy salsas porque viven en los yunáit. Reían con gritos y golpeaban la mesa de tal modo que se escuchaba como si estuvieran matando un gato a tamborazos. Mis recuerdos de la infancia. Era en aquel entonces cuando se cocinaban carnitas, cuando se bailaba la diablesa del rock, chivirico y cuando algunos amanecían jugando dominó. De todo aquello lo que aun se conserva es el juego del cinturón. Creí que todas las familias lo jugaban, pero hace poco me desengañé.
El juego es muy sencillo. Algún pariente o invitado permanece en la sala, donde es regla esconder el accesorio. Mientras tanto los demás nos escondemos en una habitación. Cuando el elegido grita ya, salimos de la recámara y comenzamos a buscar el cinturón. Aquel afortunado que lo halle tiene el derecho y la obligación de tomarlo en sus manos, para propinar la mayor cantidad posible de reatazos sobre la mayor cantidad posible de lomos, hasta que todos volvemos a la habitación entre gritos, codazos y empellones. Una vez hecho esto, quien encontró el cinturón debe esconderlo y la práctica se repite.
Para su solaz, desfogue y felicidad, recomiendo ampliamente jugar al cinturón. En tal caso, no olvide sorrajarle con fuerza al tío, darle un mandarriazo a la abuelita y si es posible haga el favor de invitarme.
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7 Comments:

At 9:43 a.m., Blogger ka! said...

WOW!!!!...mi familia solo se emborracha y una vez con unos chupes encima solémos recordar viejas hazáñas...

Cada familia..

 
At 10:17 a.m., Anonymous Anónimo said...

Huy Livi, que bueno que aquella vez no me tocó cinturonazo. Oye, por cierto ¿cómo se te pudo ocurrir que eso lo hacían todas las familias?

 
At 12:11 p.m., Blogger ecasual said...

Cara bambina, la mia famiglia de Sicilia lo que escondía era una pistola. Pobre tío Humberto...
Arrivederci !!!

 
At 12:23 p.m., Anonymous Anónimo said...

el cuero cabezudo said...

Yo pensaba que el juego del cinturón era el que jugamos los gorditos cuando nos rehusamos a seguir una dieta; factor de riesgo, que le llaman en medicina...

Ser cinturita es distinto a tener cinturita, ¿no? Cinturita: término muy cincuentero...

Bueno, saludos.

PD El otro día recordé uno de tus comentarios, al leer una pequeña nota sobre un libro del filósofo alemán Manfred Geier: ¿De qué se ríen los humanos inteligentes? Pequeña filosofía del humor. Recuerdo que mencionaste tu deseo de escribir una tesis al respecto. Desafortunadamente, el libro apenas se acaba de publicar en alemán en este año...

 
At 8:58 a.m., Blogger Livi Jazmín said...

KAROLO: este... ¿tampoco juegan a los cocos playeros? Ash, pues que anormales.
SEÑOR CHIQUITO: olvidaba que conociste a mi familia en aquellos remotos tiempos, cuando todos usábamos botas dr. Martin.
HORMIGUITA: jajajajajajajajajaja.
CUERO CABEZUDO: deseaba hacer mi tesis con humor, más que sobre humor; sin embargo, ahora que ya delimité el tema no encuentro de dónde sacarle lo jocoso. En fin. Un saludo.

 
At 11:50 p.m., Blogger Diana said...

Me agrada esa tradición, la instauraré en casa. A ver si se dejan, claro.

 
At 12:32 a.m., Blogger sirako said...

ya está, la proxma vez que lo juegue, te invito... no rifó jugar solo

 

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