Cuando sea viejita, si es que llego a serlo, quiero recordar estos días. Quiero recordar que, cuando estaba a punto de cumplir 27 años, me podía dar el lujo de trabajar, solamente, en cosas que disfrutaba y en las que creía, aunque a veces no recibiera billete. Y que entonces, sentía una alegría muy grande, por no tener que pasar las tardes dentro de una oficina, ni fingir que creía cosas que no creía, ni vender mi esfuerzo y mi día a intereses ajenos. Y que así, andaba de aquí a allá, impartiendo clases, fabricando filósofos miniatura, colaborando, aprendiendo montones de cosas, con la certeza de estar haciendo “lo correcto,” y con la esperanza de que estos esfuerzos contribuyeran a algún bien, además del mío.
Etiquetas: a felicidade
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on miércoles, marzo 17, 2010 at 8:13:00 p.m..
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4 Comments:
Hacer lo que a uno le gusta es la máxima aspiración del ser humano. Y debes sentirte reconfortada por ello. Mi madre fue maestra parvularia toda su vida y tenía que hacer doble turno porque el dinero de uno no le alcanzaba pero, siempre, recordaba con cariño aquellos día y guardaba los homenajes en pergaminos amarillos por el tiempo. Que andes bien. Abrazos.
Yo llevo dando clases año y medio sin cobrar, colaboro en un curso de cine documental también. Me estoy acostumbrando a trabajar gratis, porque me gusta. Besos y abrazos, Liv.
AC
Anónimo Carolus
FGIUCICH: qué orgullo lo de tu mamá. Y, aunque no haya homenajes, a menudo la sola idea de sentir que uno hace "lo correcto" es gratificante. Saludos.
CAROLUS: está padre, nomás que también hay que vivir de algo ¿no?
Vas bien. Un abrazo.
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