Mi familia materna es un caso. Lustros atrás la casa de mi abuelo era lugar de grandes fiestas. Parientes, convidados y vecinos hacían una rueda, la víbora de la mar y también el pescadito, ya sabes, ese divertimento en que cada invitado se pone frente a su pareja, tiende los brazos hacia ella, los cruza y la toma de las manos, de modo que se forma una hilera de brazos entrelazados, en la cual se avienta algún otro convidado para elevarse por los aires y volver a la red humana, elevarse por los aires y volver a la red humana, elevarse por los aires y así. Pocas veces mi padre –ah, ese teólogo venido a menos - perdió la compostura. Una de ellas ocurrió cuando brincaba de modo horizontal, como pescadito en la sartén.
A los jolgorios solían asistir las hermanas de mi abuelo, quienes ahora se sienten muy salsas porque viven en los yunáit. Reían con gritos y golpeaban la mesa de tal modo que se escuchaba como si estuvieran matando un gato a tamborazos. Mis recuerdos de la infancia. Era en aquel entonces cuando se cocinaban carnitas, cuando se bailaba la diablesa del rock, chivirico y cuando algunos amanecían jugando dominó. De todo aquello lo que aun se conserva es el juego del cinturón. Creí que todas las familias lo jugaban, pero hace poco me desengañé.
El juego es muy sencillo. Algún pariente o invitado permanece en la sala, donde es regla esconder el accesorio. Mientras tanto los demás nos escondemos en una habitación. Cuando el elegido grita ya, salimos de la recámara y comenzamos a buscar el cinturón. Aquel afortunado que lo halle tiene el derecho y la obligación de tomarlo en sus manos, para propinar la mayor cantidad posible de reatazos sobre la mayor cantidad posible de lomos, hasta que todos volvemos a la habitación entre gritos, codazos y empellones. Una vez hecho esto, quien encontró el cinturón debe esconderlo y la práctica se repite.
Para su solaz, desfogue y felicidad, recomiendo ampliamente jugar al cinturón. En tal caso, no olvide sorrajarle con fuerza al tío, darle un mandarriazo a la abuelita y si es posible haga el favor de invitarme.