A las tres de la mañana timbró el teléfono. A penas reconocí la voz de Patricia supuse que algo malo había ocurrido al abuelo; mi sangre se heló. Sin embargo, no fue él sino tío Petit quien sufrió un infarto. Avisé a mi madre, me vestí, guardé algunas cosas en la mochila, todo ello con rapidez, a pesar del temblor en mis manos, el mareo, las ideas e imágenes que entre sí se atropellaban.
Recuerdo el traslado de mamá y mío al hospital: un cielo aún nocturno, semáforos, sucesión de líneas blancas sobre el asfalto, no lo creo, un mes atrás, con mariscos y manteles largos, celebramos sus cincuenta años, pero era de esperarse, trabaja exhaustivas jornadas para mantener un status fresoide, ha de estar gravísimo ahora y por eso nos llamaron, fue el cigarro, la sal, la falta de ejercicio, fueron acaso los corajes, ya quiero estar con mis primos; en fin que todo esto rondaba dentro, me hacía enmudecer, preguntarme cuántas veces en mi vida, al albear saldré de casa, tironeada, presurosa, estremecida, a encontrarme con el dolor ajeno y propio. En la sala de espera vi una cara que a mi abuelo no le conocía, y su pesar de padre mudó en gota marina.
Hice mi día: más para lustrarme el ánimo que para atender asuntos filosóficos, acudí a Stefan; después fui a la Facultad y finalmente anocheció en una escuela de jipis, donde a Lucía escuché cantar bossanova. Hoy he reído y escribo que a pesar de ello, no me abandona el desconcierto, la imagen de mi tío, pues aunque no le he visto, sé que ha sido invadido por mangueras y por cables y por líquidos amargos, sé que es una máquina la que respira en su lugar y que no ha salido del peligro.
¿Y quién es mi tío Petit? Me pregunto y contesto: el tío Petit es el pambolero que cada domingo organiza la cascarita, el más peligroso contrincante en la guerra anual de migajas, la vuelta de Guerrero a casa en una carretera nevada, el que contra mí perdió un juego de scrabble y con ello una apuesta, el chascarrillo y la neurosis, el niño que se accidentaba cada tres minutos según cuentan, el hijo consentido de mi abuelo, el que aveces contesta muy feo, el galán en su mocedad, el papá que a menudo se engorila, pero que se esfuerza por brindar juguetes locos, entrenamientos, tiempo y buenas escuelas a sus muchachos; el que siempre coopera, mi tío es el amor apache: cosquillas y luchitas, quien siempre me ha llamado Vili Minjaz, mi tío es la rola que dice quítate ya de aquí perro lanudo, déjame estar solo con mi novia, mi tío es la risa que hace algunos meses me dobló en los juegos mecánicos y en la casa de espantos. Pero hoy, tío Petit es la incertidumbre que duele en el pecho.
Etiquetas: congoja, en espera, Los Tapia
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on viernes, septiembre 07, 2007 at 11:26:00 p.m..
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6 Comments:
Tu tio es muy afortunado por tenerte a ti, a tu cariño, la preocupación que de este surge, y tus palabras para él.
Abrazos y los mejores deseos para tu tío y para ti.
Livi, me siento mensa, sólo espero que tu tío se recupere y que tú estés bien. Sé qué se siente esa maldita llamada a las tres de la mañana, me pasó con mi abuelita. NO hay nada más feo que escichar el teléfono sonar a esa hora, sabes que sea quien sea, no es bueno.
Abrazos y ojalá podamos vernos la próxima semana.
Querida Livi:
Se que es dificil tomar a sinceras, de personas que no conoces las buenas vibras y los "Diosdiráces"...pero creo que es Sincero de mi parte el decrite que te entiedno...que espero no derrames lágrimas y que desde el puerto te mando un gran gran abrazo.
Yo sé de esos pesares. Te deseo un carácter duro y una buena noticia.
Gracias, Yazmín, Lidia, Karolo y Ricardo.
Livi...
Me doy una vuelta opr acá, por donde nunca había estado, y te siento muy cercana.
Ya pasaron varios meses desde que ecsribiste esto, pero sé que esos momentos no se olvidan y que a veces, hasta las cosas más extrañas te los recuerdan.
Espero que cuando eso pase, tengas a tus amigos a un lado y te puedan abrazar, eso siempre ayuda.
Mucha suerte y que todo haya salido (salga) bien.
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