Me gustaría convivir amablemente. Pero a los veinte que ya estaban dentro del equipo no les gusta convivir con nosotros, los nuevos. Hay egos demasiado inflados en ese lugar; ejemplo: el chavo que sabe que está riqui y que nada bien, de modo que se para en una plataforma, dice “nenas: aprendan a hacer bien la salida, así como yo; doblan las piernas, sacan las pompas ¿ya vieron mis pompas?” Está la señora que se siente aquawoman y dice “¿Puedo ir adelante de ti? O sea es que te voy tocando los pies.” Y están las chicas que en vez de saludarnos, levantan la ceja como la Doña y hacen gestos de
ash. La verdad no me he tomado a pecho esas actitudes, porque sé que varios grupos son así y porque yo entré al equipo no para hacer amigos, sino para nadar diario y corregir todas las cosas que hago mal, o que no aprendí a hacer cuando era niña.
A diferencia de los otros, mis compañeras nuevas son muy amables. Pero con el móndrigo mal humor que cargo estos días, tampoco las soporto. Por lo menos a dos señoras que ni siquiera me dejan mear sola. “Ooots manita ¿tienes prisa? No ¿verdá? Entonces vamos juntas al baño pa' seguir platicando.” Si pudieran, seguirían comadreando bajo el agua. Me cambio de carril para no distraerme y dicen “Hey, pssst, manita, vente pa'cá, con las cuatas.” Y cuando se ríen me estrujan el brazo, se recargan en mí, todo el tiempo quieren ponerse de acuerdo con Abril (mi única amiga en ese lugar) y conmigo para ir al Karaoke, a la competencia, o a Garibaldi y yo hago un esfuerzo por no levantar una ceja como la Doña, ni hacer gestos de
ash. Ahí es cuando confirmo que no sólo tengo un humor agrio estos días, sino que en el fondo yo también me siento de aparador, ya saben, muy nalgas. Parece que además de la técnica, tengo un ego que corregir. Como quien dice, caí en un lugar donde me están dando una sopa de mi propio chocolate.

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